martes, marzo 14, 2006

Cuadernos de Antonio (Andrés Mazzitelli) -Fragmento-



(Cuadernos de Antonio es un fragmento de la novela inédita "Películas y el más grande de los amores infieles")

Cuadernos de Antonio 2

El cine es la literatura masiva del siglo XX. Lo que fue el teatro para la Inglaterra de fines del siglo XIV y principios del XV, y la música entre el XVII y el XVIII, así de gravitante es esta maravilla que sintetiza casi todas las artes en una sola y colosal pantalla brillante. No es fácil por estos días dar con una persona que sea capaz de enunciarnos los títulos de diez libros que haya leído, incluyendo los que pudo oír de labios de sus padres cuando era un bebé y los manuales de la vídeo casetera y el micro-ondas. Sin embargo, diez títulos de películas los recuerda con holgura hasta mi hijo de siete años. Si uno repasa los argumentos de los filmes que abordan las problemáticas de pareja, hay un extraño denominador común: salvo raras excepciones, las películas más interesantes se centran en la mujer. Es decir, las dudas y dualidades de la naturaleza femenina resultan literal y cinematográficamente mas explotables que cuando el protagonista es un hombre. Miremos de nuevo “Casablanca”, de Michael Curtiz (1941).Una deslumbrante Ingrid Bergman se mete en la piel de Ilsa para tener en ascuas a todo el mundo. Creyó muerto a su marido, el políticamente correcto Víctor Lazlo, un impoluto héroe de la resistencia polaca. Por eso, ahogó sus penas de flamante viuda encendiendo un volcánico romance con Rick (Humprey Bogart), un aventurero yanqui duro y cínico, pero de buen corazón que conoce en la París PRE-invasión alemana. Cuando Lazlo resucita, ella planta a Rick en la estación de trenes y como Dios manda: bajo la lluvia. Rick, sin entender nada, parte a Nor-África con su leal pianista, Sam, a quien jamás dirá en todo el libreto esa línea que el mundo entero jura haber escuchado: “Tócala de nuevo, Sam”. Rick quedará destrozado, en parte porque no es lo mismo emigrar con el lustroso moreno que con la esbelta nórdica...
¿Por qué esta especie de culebrón hollywodense ha cautivado a siete generaciones de espectadores? La respuesta es que no es ningún culebrón, aunque en la superficie lo aparente. Los melodramas televisivos son extremadamente predecibles, porque todos los personajes actúan de acuerdo a estrictas normas de comportamiento: los buenos son muy buenos y los malos, muy malos. Eso es todo. Eso lo puede entender cualquiera, aunque saque la vista 35 veces de la pantalla para mirar la tabla de planchar. A menudo esa honorable mujer que plancha mientras contempla de reojo estos conflictos de la ficción mas elemental, llega a creer que existe tal cosa como los buenos muy buenos y los malos muy malos. En cambio, la vida real es muchísimo mas impredecible. En la vida real no es posible trazar una línea que divida de modo nítido al bueno del malo, excepto que hablemos de crímenes graves condenables por la ley. Y no me estoy refiriendo a la simplificación del “YING” y el “YANG”, que en mi opinión peca de autoindulgencia. Quiero decir que los seres reales, a menudo actúan de modo contrario a todo lo que pensaban hasta ese momento. No hablo de que una persona “buena” tenga un punto oscuro y una “mala” uno de claridad, mas allá de los lamentables y desafortunados ecos de segregación racial que despierta eso de que lo “negro” siempre es malo y lo “blanco”,siempre es bueno.
Todo aquello en lo que creímos ,PUEDE estar equivocado, en caso de que mantengamos una visión extremadamente estrecha del mundo nuestro y del de los demás. Siempre pienso que si Dios existe, debe sufrir muchísimo, a causa de su omnisapiencia. A veces intuyo los conflictos ocultos de los seres que me rodean. Claro que parece ser mejor quedarse con lo que se ve, que andar por ahí imaginando los infiernos de los demás, porque entonces todo se hace mas amable y cómodo. Me encanta la comodidad y adoro la amabilidad de algún momento, pero prefiero saber a ignorar. Duermo demasiado ya por las noches como para seguir con los ojos cerrados durante el día. Prefiero ser el primero en sufrir que el último en enterarme. No significa esto que uno se deje inundar por un relativismo salvaje en el que descrea de casi todo. Sólo que, a la hora de construir un buen cimiento para un edificio, es bueno saber si el subsuelo es de arena o si la zona es sísmica.
Pero, volviendo a “Casablanca”, ¿A quién ama Ilsa en realidad? Este colosal secreto permaneció velado incluso hasta para los hermanos Epstein, los guionistas de la película. El personaje de Ilsa traspasa la acotada zona de la ficción para volverse casi humano en sus ambigüedades y claroscuros. Mi opinión es que la aprobación alegre y licenciosa de esos vaivenes puede resultar destructiva para una persona. Pero el aceptar que son inherentes a nuestra naturaleza ayuda a paliar la culpa y el auto-enjuiciamiento del que con frecuencia somos víctimas y verdugos. Nadie en “Casablanca” tiene demasiadas dudas. Lazlo quiere huir de los nazis con su mujer a América. Rick quiere huir de los nazis con... la mujer de Lazlo. El general nazi quiere molestar durante toda la trama y si es posible, fusilar a alguno de los protagonistas.. Sam quiere tocar el piano toda la noche... Solo la pobre y desamparada Ilsa está sola con sus secretos y sus inescrutables dudas. Aún cuando tome finalmente una decisión, nos dejará a todos con la sensación de que no está nada resuelto y que los ríos subterráneos siguen fluyendo desbocados. Si no está bien que se suba al avión y lo deje a Rick, tampoco está bien que se quede con Rick y rechace al honorable Lazlo... ¿Qué es lo que está bien, entonces? El afiche lo explica todo. Ingrid y Humprey en primer plano, juntando sus mejillas. No hay señales de Lazlo ni del General nazi. Mucho menos de Sam. La verdad oculta entre líneas es que el verdadero gran amor es el de la portada de la película. Una vez mas, el espectador asistió a un duelo que conoce bien: el deseo enfrentado al deber.

Ahora bien, ¿Puede alguien que se entrega a un tórrido romance retomar luego con éxito una relación previa? Aquí quisiera señalar que existen diferencias entre el hombre y la mujer. El hombre parece ser mas permeable a estas idas y venidas. Y no es un argumento de cerdo machista. Las naturalezas femenina y masculina ejercitan el amor de maneras muy distintas. La mujer ama con EL ALMA. El hombre, con EL ALMANAQUE. La mujer experimenta su existencia a través de cosas insignificantes y maravillosas, tales como una flor, una melodía dulce o el berrido de un bebe. El hombre es una olorosa máquina capaz de destapar otra cerveza, encender el televisor y quedar absorto en un match de tenis entre un rumano y un soviético cuyos nombres jamás escuchó, todo esto a la una y media de la mañana y después de hacer el amor. La mujer clavará la mirada en la oscuridad del espacio nocturno sobre su cama, soltará un suspiro y pensará “Tengo que cambiar EL AMOR...” Al unísono, y reprimiendo con esfuerzo un eructo, el hombre pensará “Tengo que cambiar EL AMORTIGUADOR DEL AUTO.” Así de distantes pueden llegar a ser estos dos sexos que tanto se necesitan.
Por eso, a la hora de experimentar pasiones paralelas, la mujer es mucho mas vulnerable que el hombre. Además, la mujer es cuenco: recibe, es colmada. En cambio el hombre es el intruso, la visita. La mujer es lo cóncavo y el hombre lo convexo. La mujer, hacia adentro. El hombre, hacia fuera. La mujer acoge, contiene. El hombre es el agua que se derrama. Está claro que es mas sencillo ser la VISITA, que ser VISITADO. Cuando uno es VISITA, maneja a su antojo los tiempos. Puede decidir en cualquier instante que la reunión terminó y partir sin mas explicaciones. En cambio cuando se es VISITADO uno corre otros riesgos. Por eso es que solemos invitar a nuestras casas solo a aquellas visitas que con un 90 % de probabilidad nos harán sentir al menos confortables. Hay mucha mas entrega en quien recibe que en quien es recibido. La mujer que consiente compartir su erotismo y su sensualidad con una persona con la que previamente ha trazado un vínculo afectivo, difícilmente pueda retornar al punto de partida sin sentir que ya no encaja en el antiguo molde. Es más, este nuevo camino se constituye con frecuencia en la aplanadora que rueda impiadosa sobre la foto de bodas y las promesas de allá lejos y hace tiempo. Cuando una mujer se aventura a cruzar estas fronteras, no sabe con certeza qué es lo que ha comenzado. Pero intuye, sin ninguna duda, lo que definitivamente ha terminado...

Andrés Mazzitelli

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